En el marco de la pandemia, el 25 de mayo del año 2020 el equipo de gobierno y las portavocías de los cinco grupos políticos del Ayuntamiento de Madrid re reunieron con el objetivo de «iniciar un proceso de diálogo y acuerdo que permita a la ciudad resurgir de la situación provocada por la pandemia de la COVID-19».
En dicha reunión se acordó constituir «una mesa de coordinación, formada por los portavoces de los grupos municipales, y cuatro mesas de trabajo sectoriales: de economía y empleo; social y de vivienda; de modelo de ciudad y de cultura, de las saldrá un conjunto de medidas aprobadas por unanimidad de todos los grupos, que se pondrán en marcha en el plazo de un mes.»
Fruto de estos trabajos, el pasado 7 de julio se aprobó en un pleno extraordinario, el documento conocido como Acuerdos de la Villa.
Aunque es un avance, es también un retroceso.
Es un avance en la medida en que se han conseguido unos mínimos acuerdos entre los grupos políticos del consistorio.
Es un retroceso en la medida en que se ha dejado fuera al tejido asociativo de la ciudad, a las redes vecinales creadas a raíz de las necesidades sociales sobrevenidas por la pandemia a las que los servicios sociales de los distritos no conseguían atender, y al espacio de participación ciudadana institucional que son los Foros Locales.
Es, al tiempo, un recordatorio que nos hacen: la democracia representativa está en la cúspide y nos van a poner más difícil los caminos hacia las democracias participativas.
Iremos más lentas estos próximos tiempos, sí, pero ahí seguiremos, porque vamos lejos.